EL
PRÍNCIPE Y LA MESITA MÁGICA
Érase una vez, un príncipe al que le gustaba mucho ir a caminar por el
bosque. Una mañana decidió no salir a pasear y quedarse en su castillo porque
estaba cansado de hacer lo mismo todos los días. Decidió que el paseo lo daría
por dentro del castillo, ya que había algunos lugares donde nunca le habían
dejado entrar. Paseó por los jardines y recorrió todas las grandes
habitaciones: salones, comedores, dormitorios,… hasta llegar a una puerta
cerrada que nunca había visto. El príncipe, aún sabiendo que le podían castigar
por entrar en ella, decidió abrirla y explorar qué podía haber dentro. Al
entrar, se dio cuenta de que era una habitación muy oscura pues no tenía
ninguna ventana, y solo había un viejo armario medio roto y una mesita con dos
cajones a cada lado. El príncipe miró dentro del armario, pero estaba vacío. E
intentó abrir los cajones de la mesita pero le resultó inútil ya que se
necesitaba una llave para abrirlos. Ya que estaba a punto de salir de la
habitación escuchó algo que lo llamaba: -¡príncipe!, ¡príncipe!-. Él,
sorprendido se giró y casi se cae al comprobar que quien hablaba era la mesita.
– Si quieres abrirme y saber qué es lo que guardo tendrás que hacerme un favor;
debes traerme tres objetos que se encuentran dentro del castillo: la espada de
tu padre, la corona de tu madre y un objeto que te sea muy querido y que
deberás elegir sabiamente-. El príncipe quería negarse, pues no estaba
dispuesto a robar a sus padres por saber qué contenía la mesita. – Jamás
robaría a mis padres-, dijo el príncipe, pero la mesita le contestó- si me
traes esos objetos te aseguro que podrás vivir las mejores aventuras con las
que siempre soñaste-. El príncipe decidió hacer caso a la petición de la
mesita y, con mucho pesar, cogió los objetos que la mesita le había pedido.
Cuando se los entregó la mesita le dijo: - Aún falta el objeto que te sea más
preciado y que me tendrás que entregar junto con estos dos-. Después de mucho
pensar, el príncipe decidió entregarle un anillo que sus padres le habían regalado
por su cumpleaños. La mesita satisfecha hizo que apareciera en la habitación
una pequeña llave y dijo: - abre una de las puertas y saca el objeto que haya-.
-¿Sólo una?- dijo él. –Sí, solo puedes abrir una, elige sabiamente-. El
príncipe, después de pensarlo mucho, decidió abrir la puerta de la derecha.
Cuando la abrió vio un objeto envuelto en una sábana, lo saco de su envoltorio
y lo contempló. Era un escudo fuerte de hierro bañado en plata y con los bordes
dorados. Al príncipe le gustó mucho pero no sabía lo que debía hacer con él. –
Este escudo te servirá muy bien para la misión que debes cumplir-. -¿Cuál es mi
misión?- preguntó el príncipe. – Deberás viajar al otro lado del reino y buscar
la flor de la Estrella Ílean que se encuentra en el pico más alto de la montaña
del Gran Reino del Sur- El príncipe le respondió- ¿Cómo la encontraré?, nunca
he salido de mi reino y he oído que todo hombre que ha intentado llegar nunca
ha regresado-. – Tú sí regresarás, porque
contarás con herramientas fuertes que ningún otro llevó-. Después de decir
estas palabras ocurrió algo maravilloso: el armario desapareció de la
habitación, la corona se convirtió en una armadura y su anillo en un cuchillo
de marfil. La mesita le explicó lo sucedido: - Yo he hecho que estos objetos se
transformen para que te ayuden en tu camino; cada uno tiene su utilidad y tú
deberás dársela cuando llegue el momento-. - ¿Dónde está el armario?- preguntó
el príncipe. – cuando salgas a los jardines tendrás a alguien que te acompañará
en este viaje. Espero que regreses sano y salvo junto con la flor. Buena
suerte-. El príncipe salió al jardín y se llevó una gran sorpresa al ver a un
caballo blanco precioso esperándolo en la puerta del castillo. El príncipe se
subió a lomos del caballo y emprendió su viaje. A mitad del camino se encontró
con un hombre y se bajó del caballo para pedirle indicaciones para ir a la
montaña del Gran Reino del Sur. El hombre le dijo: - la clave para encontrar la
montaña está en tres objetivos que deberás cumplir. Deberás atravesar el bosque
de las espigas verdes, pasar el acantilado solitario y, por último, vencer a Woolf-.
El príncipe sorprendido le preguntó: -¿Quién es Woolf?-. El hombre rápidamente
le contestó: - Es el dragón que custodia la montaña, si lo vences podrás coger
la flor y regresar a tu castillo-. El príncipe le da las gracias al hombre y
emprende de nuevo su camino. No tarda mucho en llegar al bosque de las espigas.
Es un bosque poblado de espigas con grandes espinas por donde es imposible
cruzar. Entonces recordó lo que la mesita le dijo, que si utilizaba sabiamente
los materiales que tenía, conseguiría cumplir su misión. El príncipe cogió la
espada de su padre y comenzó a partir las grandes espigas que rodeaban el
bosque. Viendo que su táctica daba resultado, cortó todas las ramas hasta ver que
el hueco del camino para poder continuar se abría. Continuó caminando hasta
llegar al gran acantilado. Era enorme y no había camino en tierra para llegar a
la montaña, tenía que continuar su camino por ahí. Estaba claro que con el
caballo no podía continuar así que se dispuso a tirarse él solo y sin ayuda,
pero una voz resonó diciendo: -Utiliza las herramientas sabiamente-. Entonces sucedió
algo extraño: el caballo cambió de forma y se convirtió en una pequeña barca
sólida y perfecta para él, pero le faltaban unos remos para poder desplazarse
así que se quitó las armaduras que le protegían los brazos para usarlas de
remo. El príncipe se subió en la barca y se desplazó por el acantilado. A mitad
del camino, la barca golpeó contra una roca y se hizo un agujero por el que
entraba el agua. El príncipe rápidamente pensó en qué poner para tapar el
agujero, entonces pensó en su escudo y lo utilizó sin pensar. Pronto llegó al
final del camino, la barca volvió a transformarse en el caballo y el príncipe se
colocó de nuevo la armadura. No se dio cuenta de que se encontraba al pie de la
montaña. El príncipe dejó a su caballo abajo y comenzó a escalar hasta llegar
al pico de la montaña donde se encontraba la flor. El príncipe intentó cogerla
pero pronto apareció Woolf el dragón. El
dragón escupía fuego y movía la cola para intentar tirar al príncipe. Cuando la
batalla parecía perdida, el príncipe recordó el cuchillo de marfil que la
mesita le había proporcionado. Lo sacó del bolsillo y se lo clavó al dragón. El
dragón se evaporó de momento y el príncipe consiguió coger la flor. Rápidamente
regresó a su castillo y lo primero que hizo fue ir a buscar a sus padres y
contarle la aventura que había vivido. Los reyes sorprendidos le contaron la
historia de la flor que era que tenía el don de transformar en humano cualquier
objeto. Al contar el príncipe lo ocurrido, los tres fueron a la habitación y
depositaron la flor sobre la mesita. Esta se iluminó y, de forma inmediata se
transformó en una preciosa princesa que llevaba muchos años convertida en
mueble por el hechizo de una bruja. La princesa para agradecer al príncipe haberla
salvado aceptó casarse con él. Los dos se casaron y vivieron en un castillo muy
bonito y felices para siempre.
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